Hay
cosas que se nos hacen cotidianas. Para un país como México, en donde
nuestros derechos suelen ser pisoteados diariamente, en donde existe el
favoritismo hacia las clases altas y a los de abajo solo les queda
recoger las migajas con actitud sumisa, es fácil entender por qué
millones de mexicanos se prestan a los caprichos de un sistema; desde la
obediencia programada, que logran eficazmente a través de los medios de comunicación, hasta el servilismo descarado, que encontramos en personas con falta de dignidad, originada sin embargo por la pobreza y los valores casi nulos recibidos en casa y en la escuela.
Imaginemos
una persona cuyos abuelos habitaron una casa de lámina toda su vida, y
de igual manera lo hicieron sus padres, seguramente esta persona verá
con cierta naturalidad vivir en esa condición si es que eso no le impide
respirar, comer, y evidentemente tener un trabajo mal pagado, que le
permita sostenerse en ese estilo de vida. Y aunque su situación tampoco
le es indiferente, pues sabe muy bien acerca de cómo otros gozan de
riquezas; asume que hay diferentes estratos sociales y que sin embargo, a
él le corresponde el de vivir precariamente; al menos eso es lo que le
han hecho creer los medios, el mismo sistema.
Pareciera
que “el ser destacado en la vida “ tiene su sustento en casa, en la
escuela, en nuestros primeros años de formación. Aclaro que destacar en
la vida, no debería ser la idea absurda de poseer mucho dinero y vivir
en la opulencia. Sino de llevar una vida digna, libre de deudas y que a
los nuestros no les falte lo necesario para comer, para vestir, para
educarse y culturizarse, etc. Como mexicanos, son muchas las cosas de
las que carecimos y seguimos careciendo, pero no porque en la mayoría de
los casos nuestros padres no nos hayan querido otorgar lo mejor,
después de todo, como citaba una escritora alemana llamada Louise Hay,
somos “víctimas de víctimas”, e independientemente de lo que nos haya
tocado vivir, que fuera parte esencial de nuestro desarrollo intelectual
y por consiguiente de nuestros anhelos de mejorar como seres humanos,
tenemos el derecho a ser felices buscando mejorar nuestro entorno.
Pero
mejorar nuestro entorno, va más allá que la autodeterminación de ser
felices a pesar de las circunstancias. Es cierto que es bueno llevar una
actitud positiva aunque literalmente “nos vaya de la fregada”. Pero
cuando caemos en la conclusión de que estamos viviendo en una mala
condición por las secuelas que deja un mal gobierno, como lo son la
falta de oportunidad laboral, la educación de quinta que se recibe en
este país, los salarios bajos que recibimos los que alcanzamos a tener
un trabajo, y la lista podría seguir…. Es ahí cuando debemos dejar de
cruzarnos los brazos para empezar a actuar, para unirse con los demás
millones de mexicanos que curiosamente están pasando por lo mismo, de
salir a las calles y manifestarse; no por flojos e irreverentes, tampoco
porque apenas nos hemos dado cuenta de cómo están las cosas en nuestro
país; sino porque estamos informados de la red de corrupción que
encierran a los políticos que nos dirigen.
Se
tiene la idea de que los inconformes somos rebeldes, personas
frustradas que buscan ser mantenidas por el gobierno. Por supuesto que
no. Somos personas conscientes de que TODOS merecemos un mejor nivel de
vida por los impuestos que pagamos; vivimos pensando en trabajar y dar
nuestro mejor esfuerzo, con la esperanza de que al hacerlo bien,
construimos no solamente un mejor futuro para nosotros sino también para
un México en conjunto, incluso para los apáticos que se quedan en su
casa quejándose de nosotros. Ha llegado el punto en donde el dejar de
ser conformista, significa manifestarse a viva voz en las calles, de
empezar acciones concretas en conjunto contra el sistema que nos ha
oprimido durante décadas. Si eres de los que apoya esta causa, no te quedes más en casa pensando en que sí hubo un fraude y que no hay cómo reparar el daño; con todo respeto te invito a que te unas
a las marchas que pelean por una causa justa e informada.
Infórmate. Divulga. Comparte. Despierta de ese sueño programado. No te
conformes.